Mazo, un pintor más allá de Velázquez
Muchos conocen a Juan Bautista Martínez del Mazo por su relación familiar con el maestro Diego Velázquez. Pero su obra y legado se defienden por autoridad propia, acompáñanos a descrubir por qué.
«Tan único, y especialmente en las cosas de su maestro, que es casi imposible distinguir las copias de los originales». -Antonio Palomino.
Martínez del Mazo vivió a mediados del siglo XVII, durante el Barroco y al final del Siglo de Oro. Aunque se cree que nació en Beteta, un pequeño pueblo en lo que ahora es la provincia de Cuenca, el primer dato fehaciente sobre su vida son los papeles que acreditan su matrimonio con Francisca Velázquez de Silva, hija de Velázquez. De hecho, Velázquez le introdujo en su estudio y fue también quien le presentó como pintor de corte, apadrinado por Baltasar Carlos, príncipe heredero de Felipe IV.
Gracias a este trabajo, del Mazo pudo distinguirse entre sus pares como un respetado paisajista, aunque, por desgracia para él, a menudo se le conocía primero como yerno de Velázquez y luego como pintor. Las ventajas e inconvenientes de ser familia política de uno de los pintores españoles más famosos de todos los tiempos.
La proximidad a Velázquez posibilitó a Mazo asimilar su estilo de tal modo que han llegado a confundirse algunas de sus pinturas, y todavía ahora existen vacilaciones en la atribución de ciertas obras a uno u otro maestro. El caso más reciente es el de La infanta doña Margarita de Austria, atribuido a Velázquez hasta hace escasos años.
La infanta doña Margarita de Austria, hacia 1665, óleo sobre lienzo, 212 x 147 cm, Madrid, Museo del Prado.
La alargada sombra de su suegro, que le abrió las puertas para ser primer pintor de cámara del príncipe Carlos Baltasar, y después de Felipe IV, no le abandonó en vida ni, posteriormente, tras su muerte. Y es que, aunque hizo copias de obras de Tiziano, Tintoretto, Veronés, Rubens y del propio Velázquez, además de alguna obra derivada de estos sin ser estrictamente copia, tuvo una fructífera producción personal
Inusualmente para un pintor español de su siglo, no se conocen encargos eclesiásticos, y las únicas pinturas religiosas registradas se reducen a seis. Los retratos de los miembros de la familia real constituyen el núcleo fundamental de su producción. Parte de su trabajo en el palacio fue incluir reproducciones de retratos oficiales creados por Velázquez, utilizando la técnica de Velázquez y aplicándola en puntos más suaves e inacabados, como se aprecia en el reducido número de retratos enteramente originales. Esta reducida obra propia, junto a la asimilación de las técnicas de su suegro, alimentaron la losa de su permanencia a la sombra de este.
Aunque hay grandes obras propias durante este período, pudo destacar tras la muerte de Diego Velázquez, con obras sublimes como Mariana de Austria con tocas de viuda. Tal y como cuenta Antonio Palomino en su libro El museo pictórico y escala óptica III. El parnaso español pintoresco laureado (1988), en esta obra podemos encontrarla sentada en medio de una sala vacía, con tan solo un perrillo a los pies, la reina gobernadora aparece como viuda del rey fallecido y como madre del príncipe heredero, Carlos II, al que se ve en una sala contigua al fondo —la Pieza Ochavada del viejo Alcázar de Madrid—, sujeto con andadores por una dueña. El óleo, pintado con pincelada suelta y firmado en un billete que la reina gobernadora lleva en la mano derecha, sirvió de modelo a los posteriores retratos oficiales de Carreño de Miranda.
Entre sus obras más destacadas tras la muerte de Velázquez se encuentra también La familia del pintor, uno de los escasos retratos de grupo de la pintura española, con elementos que, una vez más, remiten a su suegro con su obra atemporal Las Meninas.
Pero, donde realmente destacó por cuenta ajena fue en los pequeños cuadros de paisaje pintados para la decoración del palacio real, más personales y de mayor tamaño, en los que se suele distinguir el paisaje topográfico de la ciudad, animado por multitud de pequeñas figuras, casi delineadas con ligeras pinceladas, y la reproducción de jardines reales. Fue experto en humanizar el paisaje, encarnando la influencia del clasicismo romano.
En el Museo del Prado podemos encontrar la Cacería de Taberna de Aranjuez, que, como el paisaje urbano, se caracteriza por la presencia de cabecillas y cuadrillas en un animado acto, en este caso de caza, y el predominio de los pequeños detalles de humano. Es a menudo comparada con la *Tela real *de la National Gallery de Londres, que generalmente se considera obra de Velázquez, pero ahora atribuida por completo a Mazo gracias a las investigaciones de José López-Rey.
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